Nuestro viaje a Cataratas del Iguazú en auto, desde Chaco

marzo 24, 2020

Los primeros días de Febrero partíamos a conocer Cataratas, un viaje que lo teníamos pendiente de hace tiempo.

Viajamos en auto, con nuestros dos hijos. El primer día hicimos parada en Corrientes capital porque ahí están los abuelos paternos, y al día siguiente seguimos viaje hacia Paso de la Patria, ciudad balnearia que se encuentra a 35 km de capital.

Es una ciudad pequeña, que vive del turismo y de la pesca, te das cuenta cuando recorres la ciudad y encuentras carteles de alquiler  en 3 de 5 casas que ves por cuadra, ofertas para alquilar hay un montón, lo único malo son los precios: demasiado elevados (Corrientes es cara comparada a cualquier otra ciudad turística argentina).





Antes de salir hicimos un itinerario de viaje.
En Booking.com conseguimos un departamento a estrenar, a buen precio, bien ubicado y equipado. Nos sentimos como en casa, los chicos tenían su habitación y nosotros habitación con balcón a la calle. Claro que no estuvimos mucho tiempo pues ni bien llegamos dejamos nuestras pertenencias y nos fuimos a recorrer la playa.
Paso tiene unas playas de arena dorada con varias actividades por hacer, nosotros optamos por la mas tranqui: sombrilla, tereré, sol. Ese día el agua estaba tan transparente que se podían ver los pececitos paseando alrededor mientras disfrutábamos en un día de mucho calor, estuvimos hasta entrada la noche.





Al día siguiente seguimos viaje, pasamos por Itatí a conocer la Basílica, por Ituzaingo y todo pueblo que había al paso parábamos para conocer.


Llegamos a Posadas Misiones a las 16:00 y por suerte a la entrada sobre la ruta estaba esperándonos un Apart que ya habíamos reservado.
Estuvimos dos días visitando la familia, recorriendo la ciudad y disfrutando del Apart que la verdad nos sorprendió con su comodidad.




Un sábado a la mañana partíamos hacia Iguazú nuestra parada final, la estrella del viaje.
Pasamos por Candelaria, Santa Ana, Loreto hasta llegar a San Ignacio, parada obligada pues queríamos conocer las ruinas. No se porque siempre se me ocurrió, que las ruinas estaban al costado de la ruta, nada que ver. Están en plena ciudad dentro de un complejo cerrado, donde hay que pagar la entrada que te habilita a visitar las ruinas de San Ignacio y las de Loreto. 



Dentro hay un guía que durante media hora te va contando como fue que se fundaron, quienes vivían en ella, porque el espacio central verde, porque las casas son tan pequeñas, cual era el trabajo de los hombres y mujeres que la habitaban en fin un hermoso recorrido por la historia de los pueblos indígenas del lugar y como era el funcionamiento de las misiones que estaban a cargo de los Jesuitas. Vale la pena el gasto y el tiempo invertido. 








Si tienen la oportunidad visítenla no se van arrepentir. Lo que si, les recomiendo hacer este viaje en época de Marzo a Abril o Septiembre y no en pleno verano como lo hicimos nosotros pues el calor es agobiante.

El viaje continuo y pasamos por Jardín de América, Wanda, Puerto Libertad hasta llegar a Iguazú. Como deben imaginarse llegamos reeeee cansados así que ese día lo aprovechamos para descansar y dormir en una casa de alquiler que encontramos a través de Booking.




Sus dueños resultaron muy amables y pudimos pasar unos días como si estuviéramos en casa. Cuando viajas con niños, los hoteles no suelen ser muy de nuestro agrado pues tienen habitaciones separadas o las que te ofrecen cuádruples tienes que dormir todos en la misma habitación y no hay intimidad para que cada quien haga lo que tenga ganas. Por eso siempre que podemos elegimos un Apart o una casa como fue el caso.

Al siguiente día nos preparábamos para ir a Cataratas que queda a unos 17 km de la ciudad y se largo a llover, allá se nubla y se larga la lluvia como si nunca iría a parar, al menos esa fue nuestra experiencia, así que mejor quedarse en casa, esperar y rogar que la mañana siguiente sea un lindo día.

A la tarde pudimos conocer el centro con sus bajadas y subidas, sus calles repletas de puestos con artesanías y recuerdos, la costanera, un espacio con un mini obelisco que le llaman la triple frontera que por cierto estaba llenísimo de gente y con poco o nada de espacio para estacionar. 

El lugar es muy lindo para aprovechar y sacarse fotos, ya que de ahí se puede observar la costa paraguaya y la brasilera, de noche el lugar cobra mas protagonismo.

Nuestros hijos son pequeños 9 y 12 años, creo que cuando sean mas grandes vamos a poder visitar este lugar nuevamente y disfrutar mas aún ya que a esta edad se cansan fácilmente.

Al día siguiente pudimos emprender el viaje a Cataratas, el día estaba hermoso, soleado, con mucho calor. Al llegar estacionamos el auto en un gran estacionamiento a cielo abierto, controlado por la gente del Parque Nacional y nos dirigimos a la boletería donde tenes que pagar una entrada que varía de acuerdo si eres adulto, niño o extranjero. 



El gasto cubre la entrada y el uso del trencito que sirve para desplazarte de un lugar a otro con mayor facilidad sin tener que caminar tanto ya que el parque es enorme.
Llegamos tipo 10 de la mañana, compramos unas riquísimas empanadas en un local que esta a la par de la boletería y comimos antes de entrar. Dentro del parque hay lugares para almorzar pero son muy caros y no son tan lindos.












Ingresamos al Parque y decidimos hacer el circuito superior que te lleva a la Garganta del Diablo y si nos quedaba energías haríamos el circuito inferior el mismo día.
Las distancias a recorrer con el trencito son largas y luego que te bajas hay que caminar alrededor de una hora por las pasarelas que son angostas, debajo ves pasar el rió Iguazú.

Es un viaje para hacerlo con tiempo y sobre todo con ropa liviana si vas en verano como lo hicimos nosotros, mucha agua para hidratarse y una buena cámara para sacar foto a todo lo que te llame la atención. 

Yo intente hacer un vídeo con mi celular para poder captar tanta belleza y al final me quede sin batería y no pude guardarlo, una pena.

Lo impresionante es que mientras vas caminando te cruzas con personas de todo el mundo, algunas hablando en ingles, otras en francés, en chino en los idiomas que se te ocurran. Todos asombrados con tanta belleza, sobre todo cuando llegas a la Garganta del Diablo, el recorrido es lindo pero se vuelve monótono por momentos cuando ya no das mas de cansado la naturaleza te premia con semejante majestuosidad de agua cayendo sin parar, no queda otra que parar y admirar. 


Tienes que estar ahí para sentirlo, yo me quede sin palabras, luego me puse a sacar fotos (con el celular de mi esposo).
A la vuelta tus piernas ya no dan mas pero hay que volver, a la llegada te espera una ducha al aire libre para remojarte de tanto calor húmedo.

En la parada del tren hay lugares para sentarte y tomar algo, nosotros compramos un helado y nos pusimos en la cola para tomar el tren de regreso. 

Una nota de color: le saque fotos a esta señora alimentando a un Coatí, porque, aunque esta prohibido alimentarlos a la gente le  divierte estos animalitos, son rapidísimos para robarte lo que estas comiendo y están por todos lados! 




Esta fue nuestra única experiencia en Cataratas espero volver algún día a realizar el circuito inferior, subir a la camioneta tipo safari, las lanchas etc. Todavía hay mucho por conocer.

A los dos días volvíamos de nuevo a nuestra querida Villa Angela cargados de situaciones vividas, muchas cosas por contar y felices de haber podido realizar este hermoso viaje.




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